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Economía Circular / 18.07.2022

El reto de la sostenibilidad también es sociológico

El reto de la sostenibilidad también es sociológico

Hablamos a los niños de Papá Noel y el Ratoncito Pérez por razones que creemos emocionalmente sólidas, pero los desengañamos de estos mitos antes de hacerse mayores. ¿Por qué retractarnos? Porque su bienestar como adultos depende de que conozcan el mundo como realmente es. Nos preocupan, y con razón, los adultos que todavía creen en Papá Noel.

Carl Sagan, El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad

En el sector de los envases, el reto por excelencia que marca la hoja de ruta de la próxima década es la sostenibilidad. Un término vapuleado por intereses contrapuestos y discursos antagónicos que generan conflicto y confusión en el consumidor, que se ve indefenso sin información ni formación para poder elegir y actuar de manera razonable. La capacidad de implicación del consumidor no es ilimitada y mientras nuestras preocupaciones se suceden, se solapan y se multiplican (crisis económica, cambio climático, desperdicio alimentario, …) se va estrechando la ventana de oportunidad para lograr una economía circular de los envases. Porque el reto de la sostenibilidad también es sociológico y requiere que la lógica colectiva (el bien común) se anteponga a la lógica individual (la comodidad).

A pesar del papel esencial del consumidor final en la transición a una economía circular de los plásticos, los consumidores parecen ser siempre los grandes olvidados en los procesos legislativos. Las asociaciones de consumidores que participan lo hacen de manera voluntaria en las fases de consulta y exposición pública, pero no se les consulta directamente. Hace falta mucha reflexión, diálogo previo y consenso cuando se pretenden modificar hábitos y no hacerlo deviene en un desconocimiento grande de cómo funciona la cadena de valor de los envases y en regulaciones impositivas que trasladan un gran estrés a lo largo de la cadena hasta llegar al consumidor final, que es quien termina asumiendo los incrementos de precios.

El impuesto a los envases plásticos no reutilizables ya era una propuesta de fiscalidad ambiental de 2019 introducida en el Libro Blanco sobre la Reforma Tributaria. La justificación teórica para el mismo era colaborar para una menor contribución española al “recurso propio basado en el plástico”, en vigor desde el 1 de enero de 2021, contribución basada en la cantidad de residuos de envases de plástico no reciclados, es decir, aquellos que no se reintroducen en el circuito productivo y terminan en vertedero.

Además de estimular la transición hacia una economía circular, el recurso deja a los Estados miembros la posibilidad de definir las políticas más adecuadas para reducir la contaminación por residuos de envases de plástico, en consonancia con el principio de subsidiariedad. Por su parte, el proyecto de Real Decreto de envases y residuos de envases prevé la extensión de la Responsabilidad Ampliada del Productor en cuanto a la ampliación de los costes abarcados por los SCRAPs a la fracción resto y limpieza viaria. Es decir, es necesario “pagar la no colaboración del ciudadano”.

Atendiendo al concepto de diligencia debida (1), el Estado debe implementar las herramientas adecuadas para prevenir la lesión de un bien común (en este caso, el entorno y espacios naturales), frente a conductas llevadas a cabo por particulares (abandono de residuos o basuraleza); así, la finalidad del impuesto debería ser no tanto recaudar como cambiar las conductas que inciden negativamente sobre el medio ambiente. Sin embargo, el impuesto sobre los envases plásticos no reutilizables penaliza el uso de material virgen en el envase y el proyecto de Real Decreto obliga a los productores de envases a sufragar los costes derivados de la limpieza viaria, ¿esto en qué evita que los envases se abandonen en la vía pública o en el medio ambiente?

Es el ciudadano el que cierra en su hogar el circuito de economía circular de los envases, el que permite incrementar la tasa de recogida de éstos, pero también el que abandona los residuos. Hay que convencerle para que participe en la gestión de los residuos de los envases que adquiere. Socialmente ya lo sabe pero, por mucho que se legisle, se requiere de una labor de concienciación y de información que lleva su tiempo: si no se le convence a través de la cabeza y del corazón, difícilmente participará.

A pesar de todo, ha habido cambios importantes en la percepción social del abandono de residuos y en el comportamiento del ciudadano. En un estudio de opinión realizado por IPSOS a finales de 2020 en siete países europeos, en España se incluyeron las siguientes dos preguntas: ¿cree que se debería sancionar a quienes arrojen basura indiscriminadamente en espacios públicos? El 90% de los encuestados respondió que sí. La siguiente pregunta fue: ¿estaría de acuerdo en que se sancione a quienes vierten indiscriminadamente residuos en el medio natural? El 93% contestó afirmativamente. Para darnos cuenta de lo mucho que hemos avanzado simplemente tenemos que pensar cuáles habrían sido nuestras respuestas hace veinte años.

(1) Diccionario Panhispánico del español jurídico